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miércoles, 8 de febrero de 2012

MODIFICAR EL TIEMPO

A lo largo de la historia los pueblos han recurrido a plegarias y ceremonias con la esperanza de alterar el tiempo. Entre los ritos más conocidos destacan las danzas de la lluvia de los indios Hopi de norteamérica.

En el siglo XIX los alcaldes de la Borgoña (Francia) emprendieron acciones más directas. En un intento de evitar que el granizo dañara los viñedos, lanzaron cohetes hacia las nubes de tormenta. Esta práctica, inútil, continuó hasta bien entrado el siglo XX.

Demostrando una actitud mucho más práctica, los agricultores hace tiempo que plantan hileras de árboles para cortar el viento y en épocas de sequía riegan sus cultivos con el agua de lluvia almacenada en aljibes, balsas u otros depósitos apropiados.

Durante la Segunda Guerra Mundial se coordinaron esfuerzos para modificar el tiempo. Las Operaciones de Investigación y Dispersión de la Niebla (FIDO) incluían la utilización de quemadores para disipar la niebla de los campos de aviación basados en la combustión del petróleo. Este método permitió el aterrizaje de unos 2500 aviones en días de niebla, lo que con toda probabilidad salvó la vida a miles de aviadores aliados.

A principios del siglo XX, Clement Wragge intentó utilizar cañones para provocar la lluvia y combatir la sequía en Australia. En la misma época, en Francia se disparaban cañones hacia las nubes para evitar los daños del granizo sobre las cosechas. 

La siembra de nubes en 1946 produjo un gran avance con respecto a la modificación del tiempo, cuando el científico norteamericano Vincent Schaefer descubrió que sembrando las nubes con diminutos cristales de hielo seco, se producían precipitaciones. El hielo seco tiene una temperatura muy baja (-78º C) y los minúsculos cristales atraen rápidamente a las pequeñas gotas de agua, hasta que son lo bastante grandes como para caer por su propio peso hacia la tierra en forma de lluvia o nieve. Por el contrario, sembrar hielo seco en las tormentas maduras favorece la formación de gotas más pequeñas, reduciendo así la fuerza de la lluvia.

Bernard Vonnegut, colega de Schaefer, descubrió posteriormente que los cristales de yoduro de plata formaban excelentes núcleos de condensación, por lo que también podían emplearse para sembrar las nubes. El yoduro de plata, mucho más barato que el hielo seco, suele utilizarse en las operaciones de siembra actuales.

El primer intento serio de modificar los sistemas meteorológicos data de 1947. El proyecto "Cirrus" tenía por objetivo amainar los vientos de los huracanes mediante la siembra de nubes. Por desgracia el primer huracán que se sembró cambió de trayectoria inmediatamente y provocó graves daños en el estado de Georgia.

En la década de los 50, a pesar de las objecciones, se realizaron operaciones de siembra comerciales en distintos lugares del mundo para aumentar las precipitaciones en las épocas de sequía. Se plantearon dos objecciones importantes: En primer lugar se consideraba peligroso alterar sistemas complejos que no se conocían con precisión. En segundo lugar, se argumentó que las ventajas de la siembra eran probablemente ilusorias, dado que no había forma de saber qué habría pasado si no se hubiese realizado dicha siembra.

En la película El Farsante (protagonizada por Burt Lancaster) se relata la historia real de Charles Hatfield. En el año 1915 durante una época de sequía en San Diego, acordó hacer llover por 10000 dólares. Sus intentos fueron seguidos por terribles inundaciones y se entablaron numerosas demandas contra él.

La modificación meteorológica tuvo muy mala prensa durante los años setenta. En el año 1972, una fuerte riada en Rapid City (Dakota del Sur), mató a más de 200 personas y se la relacionó con actividades de siembra local de nubes. En la guerra del Vietnam, las sospechas de que Estados Unidos había utilizado la siembra de nubes para inundar la cuenca del Ho Chi Min, hizo que una comisión del Senado investigase el caso.

Durante ésta época creció la presión para que se realizaron pruebas estadísticas más rigurosas sobre la siembra de nubes, pero los resultados de los experimentos no resultaron nada alentadores. Sólo un intento de aumentar las precipitaciones en la cuenca del lago de Tiberíades consiguio resultados positivos. Las precipitaciones aumentaron un 18% en los días de siembra y no parecieron reducirse en las zonas adyacentes. Aparte de éste caso, se llegó a la conclusión, después de 50 años de trabajo sobre la siembra de las nubes, que no se habían producido aumentos destacados de las precipitaciones.

La alteración de tormentas violentas tiene implicaciones legales y políticas importantes. El programa estadounidense Stormfury, por ejemplo, estaba destinado a reducir la intensidad de los huracanes en el Caribe durante los años sesenta y setenta. Sin embargo, gran parte de la lluvia que cae en el norte de Méjico procede de los restos de éstas tormentas tropicales, y se afirmó que la siembra causó una grave sequía en la zona en 1980. Así pues el proyecto se archivó.

Los experimentos de siembra de las nubes con hielo seco fueron realizados por Vincent Schaefer. Actualmente los generadores acoplados en aviones arrojan cristales de yoduro de plata. 

Actualmente se siguen poniendo en práctica técnicas de modificación meteorológica pero a escala limitada y con muchos menos fondos gubernamentales que hace veinte o treinta años. La cuestión de si las técnicas modernas son más eficaces sigue siendo el principal objeto de controversia.



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