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martes, 13 de diciembre de 2011

METEOROLOGIA MARINA ( I )

El viento y la mar

La similitud entre la circulación general de la atmósfera y la circulación en los océanos es muy notable. Esto no es ninguna sorpresa, puesto que tanto los movimientos aéreos como los marinos tienen, básicamente, las mismas causas. Se sabe de la existencia de grandes corrientes oceánicas que contribuyen a que se realicen los intercambios térmicos entre el ecuador y los polos. Si examinamos un mapa de corrientes marinas nos permitirá comprobar que la similitud va muy lejos. El sentido de rotación de la corriente del Golfo, corresponde precisamente al sentido de rotación de los vientos que giran alrededor del Anticiclón de las Azores. Las corrientes frías, como la del Labrador o la corriente de las Aleutianas, corresponden a descensos de aire frio que proceden de los polos. En algunos lugares se establecen corrientes estacionales al mismo ritmo que los monzones.

A estas corrientes llamadas de densidad, se suman las corrientes de deriva, causadas por el viento y que obedecen a leyes que son realmente idénticas a las que rigen el propio viento. Sin entrar en demasiados detalles, se puede afirmar que un viento que sople con gran regularidad termina por arrastrar el agua de la superficie a una velocidad igual al 3% de la velocidad del viento.

Hay razones para interesarse por  las grandes migraciones atmosféricas, ya que éstas nos siguen y determinan nuestro tiempo cotidiano; pero como, por lo general, sólo nos movemos por una muy pequeña parte del mar, el conocimiento de las corrientes generales no tiene una importancia inmediata para una salida de navegación que haríamos -por ejemplo- mañana.

Las corrientes y las mareas son datos constantes: Es la vida secreta y profunda del mar. Pero ésta tiene también una vida superficial, moldeada por el viento.

Lo que verdaderamente nos afecta es un aspecto particular entre la atmósfera y los océanos, y es el modo en que el viento y el mar se encuentran en un punto determinado o en las proximidades de ése punto; y lo que sucede en el límite de estos dos elementos, sobre todo cuando el viento es algo fuerte.

Cuando el viento sopla sobre el mar el calma, el rozamiento del aire forma pequeños rizos y pliegues en el agua. Estos pueden ser muy fugaces. Pero si el viento insiste un poco, se forman ondas y olitas, y más tarde olas, que se desplazan por el agua siguiendo la dirección del viento.

De una forma menos brusca, el viento tiene el mismo efecto sobre el mar que una piedra lanzada en un charco; ésta origina una serie de ondas, y hay que señalar que son las ondas las que se mueven y no el agua en sí misma. Las partículas líquidas se contentan con realizar, allí donde se encuentran, un movimiento orbital al paso de cada onda; movimiento que podemos imaginar si observamos el modo en que se balancea una botella al capricho de las olas. Cuando llega la ola, la botella sube por la pendiente y se desplaza un poco hacia adelante; una vez pasada la cresta, baja y se mueve hacia atrás; pero en realidad sigue en el mismo lugar en donde cayó al agua. Son las corrientes las que la obligan a desplazarse en sentido horizontal, no las olas.

Mar en calma (o mar bella). Fotografía tomada desde el Observatorio Meteorológico de Igueldo (San Sebastián). Al fondo se aprecia el cabo Machichaco. 

Características de las olas

En principio, podemos definir una ola por sus dimensiones: Su altura, es decir, la distancia vertical que hay entre lo alto de la cresta y el fondo de su seno; y su longitud, o la distancia que hay entre dos senos o dos crestas (lo que se denomina longitud de onda). La relación entre la altura y la longitud determina su combadura. Las olas son siempre mucho más largas que altas; su combadura resulta crítica cuando la relación entre su altura y su longitud es de 1/7, aproximadamente. Si la altura sigue aumentado, la ola se rompe, es decir, se convierte en rompiente; en éste caso sí que se produce un desplazamiento real del agua en sentido horizontal.

Las olas también pueden definirse por la profundidad hasta la cual llega su movimiento. En teoría, este movimiento se sigue percibiendo a una profundidad igual a media longitud de onda, pero en la práctica, a una profundidad igual a una quinta parte de esta longitud, dicho movimiento se encuentra ya muy debilitado.

Por último, hay que señalar que las olas se desplazan (pero volvemos a repetir que sólo es su forma la que se mueve) y que forman parte de una serie, con su ritmo particular, es decir, el intervalo de tiempo que transcurre entre el paso de dos crestas por un punto determinado, así como por su velocidad, es decir, la distancia recorrida por una ola en un período de tiempo concreto.

En alta mar existe una relación directa entre la longitud y las características de las olas. Esta longitud (L) es igual al producto del periodo (T) por la velocidad (C); L=T*C, fórmula en la que no interviene ni la amplitud de las olas, ni la profundidad del océano, y que podemos representar también del modo siguiente:

C = L / T   ó   T = L / C

Por el contrario, cerca de la costa, la influencia del fondo es muy importante. Cuando la profundidad del agua es menor que la mitad de la longitud de una ola, la velocidad disminuye. El movimiento de las partículas ya no es circular, sino que describe una elipse que se va aplanando paulatinamente hasta convertirse en un movimiento de vaivén en las zonas con poca profundidad. La velocidad de las olas depende únicamente de la profundidad que existe en un lugar determinado; en un mismo punto, todas las olas se propagan a la misma velocidad, disminuyendo ésta al mismo tiempo que lo hacen los fondos. La longitud de las olas también disminuye, y sólo permanece constante el periodo de la ola.



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